La historia del maquillaje es un hecho milenario. Su aparición se remonta a partir de la Prehistoria, donde los productos de los que se disponía para maquillar el cuerpo se limitaban, prácticamente, a la arcilla, tierras de pigmentos colorantes y productos elaborados rudimentariamente a partir de grasas animales. De la interpretación de las pinturas rupestres, deducen que las mujeres del paleolítico ya usaban mejunjes para colorear de marrón rojizo diferentes partes del cuerpo. Los cazadores y danzantes en la edad de bronce se teñían partes de su cuerpo de rojo y negro, embadurnaban su pelo con arcilla. En los contenedores de huesos hallados, se han encontrado rastros de pastas coloreadas hechas de grasas y óxidos de hierro o magnesio que, se piensa, pudieron ser utilizadas para proteger el cuerpo de los rayos del sol, en aquel tiempo prehistórico.
La evolución social de Egipto determinó un cambio en la forma de maquillarse los ojos, pero nunca cambió la finalidad esencial de ser un elemento cosmético y de medicina preventiva pues operaba como antideslumbrante, repelente de insectos, fungicida y evitaba la penetración del polvo del desierto. Dentro de su cosmogonía, los ojos eran considerados como la parte del rostro que transmitía las emociones y a través de ella se asomaba el alma; era el sitio donde se albergaban los pensamientos y por lo tanto se consideraba fundamental darles un realce especial.
Antecediendo a los griegos, las investigaciones han puesto de relieve la riqueza y la importancia del maquillaje en el antiguo Egipto (4000 a.C.), para ellos los cosméticos significaban la unión de los humanos con los dioses, un enlace con la otra vida. Fueron diestros en el arte del maquillaje y del peinado, es el ejemplo de Cleopatra, personaje histórico hábil no solo en el arte del maquillaje sino en la ciencia de combinar perfumes y cosméticos. Ella se pintaba las uñas de rojo oscuro de óxido mientras la reina Nefertiti, se pintaba las uñas de las manos y los pies de rojo rubí. Los varones atiborraban sus tumbas con cosméticos para la vida del más allá; en la tumba de Tutankamón se descubrieron recipientes con cremas para la piel, color para los labios y colorete para las mejillas, productos que todavía eran utilizables y que conservaban sus respectivas fragancias.
En Grecia la civilización de la belleza, si bien eran partidarios de la naturalidad en el aspecto y un ideal de virilidad y de tosquedad natural, los griegos crearon el concepto de la estética, el culto al cuerpo, los ejercicios físicos, los masajes, y los baños; ejerciendo la mayor influencia en las culturas occidentales
posteriores. Con las conquistas de Alejandro Magno llega a Grecia el maquillaje que es usado, fundamentalmente por las cortesanas. Ellas se coloreaban la cara, se espolvoreaban de oro, blanco y rojo, teñían las cejas y prolongaban sus pestañas y marcaban el contorno de sus ojos. También se aromatizaban el aliento llevando en la boca líquidos o aceites balsámicos y removiéndolos con la lengua y escupiéndolos discretamente en el momento oportuno. Fueron (en contraste con los egipcios) en todos los estamentos sociales los que compartían su inquietud por la estética y difundieron por Europa gran cantidad de productos de belleza, de fórmulas de cosmética y el culto al cuerpo.
Del griego surge la denominación para los productos de belleza: cosméticos, derivado del vocablo kosmetikos que significa "hábil en la decoración". Este término posee un amplio significado que incluye además del maquillaje, el cuidado de la piel, cabello, y tratamientos de belleza.
En Grecia como la belleza femenina era considerada una purificación formal del cuerpo. además, las mujeres con el confín embellecer se realizaron prácticas de belleza mediante maquillaje en las clases altas.
En Arabia, las mujeres permanecían la mayor parte del tiempo dentro de los palacios, en harenes, por lo que pasaban varias horas embelleciéndose con masajes, aceites, baños perfumados y coloretes para las mejillas y Kohl en los ojos para. Llevaban la cara tapada con velo y el pelo cubierto con sedas. Tantos cuidados obedecían a su inferioridad con respecto al varón, esa era una forma de seducirlo.
Entre tanto en la Antigua China existieron varias fases en el maquillaje según las dinastías: polvos de base, aplicación de color en la cara, sombra de cejas, aplicación del “dorado de frente” o “brillo/dorado floral”, pintura en los hoyuelos y mejillas y la aplicación de pintalabios. Para China los labios reflejan el carácter y temperamento por lo cual los enfatizaban en el maquillaje facial desde tiempos atrás, remontándose a la dinastía Qin en el 221-206 a.C. es decir más de 5000 años de historia. El bálsamo de labios o pinta labios era fabricado con rojo bermellón a base de sulfuro de mercurio. Más adelante añadieron a su composición cera mineral y grasa animal para mayor durabilidad, con el tiempo se empezó a convertir el bálsamo de labios en una sustancia más sólida, con forma tubular. Su fácil manejo le hizo ganar popularidad sin embargo su producción no sufrió grandes cambios hasta la era moderna. Los personajes artísticos históricamente destacados por su maquillaje fueron las geishas, quienes usaban sus habilidades en distintas artes japonesas, música, baile, y narración. El origen de las geishas se remonta al período Heian. En el año 794 usaban lápices labiales hechos a partir de pétalos aplastados de cártamo para pintarse las cejas y las comisuras de los ojos al igual que los labios. También usaron como base de maquillaje barras de cera bintsuke, una versión más suave de la cera depilatoria de los luchadores de sumo. Pasta blanca y polvos coloreaban el rostro y la espalda; el ojo se delineaba en negro y algo de rojo.
En Inglaterra durante la corte de Isabel I, se popularizaron la salvia para blanquear dientes, los pétalos de geranio como rojo de labios. Utilizaban productos peligrosos como el albayalde para blanquear la piel del rostro y el escote, productos a base de mercurio para colorear los labios o eliminar manchas, tinturas para el cabello con sulfuro de plomo, cal viva y agua.
En América surgieron empresas dedicadas a la cosmética con el tiempo. CharlesMeyer en 1860 abrió una tienda en Broadway, donde vendía el maquillaje teatral Leichner: el primero elaborado en los Estados Unidos. Debido a la composición de este maquillaje se necesitaba algo para quitarlo y para ello se utilizaba el Extracto Pond’s, distribuido en primer lugar por Theron T. Pond en 1846. Más tarde este
producto se convertiría en la célebre crema para el cutis Pond’s o crema de día.
El ideal de belleza del siglo XIX propicia el retorno de la palidez, los polvos emblanqueciendo el rostro y los hombros, el aspecto de tísico de La Dama de las Camelias, que las lleva a beber vinagre y limón. Las mujeres se esconden del sol y del aire y destacan unos ojos grandes y tristes. En este siglo nacen varias marcas de cosméticos, Bourjois una de ellas surge en el ámbito de las artes escénicas bajo la
creación del actor de teatro Joseph Albert Ponsin (1863) alcanzando una dimensión internacional bajo la dirección de su sucesor Monsieur Bourjois. Ofrece una amplia variedad de productos en el mercado sobrepasando el ámbito teatral.
En 1880 aparece por primera vez el rojo de labios que consistía en una pomada compuesta por mantequilla fresca, cera de abejas, raíces de un colorante natural (orcaneta) y racimos de uvas negras sin pulpa, este producto colorea sin producir efectos secundarios. En 1883 se crean tintes sintéticos orgánicos que comenzaron una nueva era en la coloración. En 1886 nació Avon, un fenómeno estrictamente americano, y pionero en ofrecer cosméticos a las mujeres en el ambiente sosegado
e íntimo de sus propias casas. En 1890 surgen las primeras escuelas para cosmetología y maestros de
cosmetología.
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